10 de junio de 2015

Reseña: Besacalles, un cuento con final inesperado



Por: Samuel Serra
Besacalles de Andrés Caicedo es uno de esas narraciones controversiales. Un cuento incluido en Calicalabozo que se destaca de tantos cuentos, ya que su última página acostumbra a cuestionar a todo aquel que lo lee por primera vez.


En esta imagen podemos ver un pizarrón en el cual está escrito ‘’#No a la Transfobia’’para tomar consciencia y ser más tolerante con las demás personas.
¿Qué intolerante pude llegar a ser un ser humano?


L
a historia empieza así: ’’entonces corro hacia la esquina, y si hay verja por alguna parte, apoyo un pie en ella y me pongo una mano en la cintura. Acomodando bien la cartera con la otra mano, y así los espero’’. Notamos desde aquí varios elementos que determinan el contexto de la historia: damos por cierto, gracias a las acciones hechas, que se trata de una mujer que posiblemente es una prostituta y que ella cuenta algunas cosas de su vida a alguien.

Poco a poco, vamos adentrándonos en la vida de aquella mujer (que no es precisamente una prostituta, para nuestra decepción), quien nos cuenta cómo todos los días busca muchachos para llevárselos a la orilla del río, y aprovechando que haya oscurecido, mandarles la mano. La historia transcurre de manera muy lenta. Con la velocidad que puede llegar alcanzar una conversación con el hablado cotidiano caleño, la mujer nos conduce por múltiples episodios de su vida llena de aventuras, de las cuales, sobresale una que al parecer conlleva graves problemas: la extraña relación con el joven pecoso del conservatorio.

De tal modo que, terminamos por enterarnos de cómo se conocieron el pecoso y ella, pero también de su vida familiar y sus experiencias con la gallada de Frank, hasta que finalmente llegamos sin darnos cuenta a la experiencia que explicaría por qué aquel muchacho pecoso después de la vueltica por el río ya no la dejaría tranquila.

‘‘…No sé cómo hizo, pero allí mismo me metió una zancadilla del tamaño de Cali, y fui a dar al suelo de lo más feo y ya lo tenía encima, y todo eso sin ver si venía la gente. Pero yo no quise pensar en nada, pues todo iba muy bien y muy rico hasta que él metió la mano debajo de mi falda sin que yo pudiera evitarlo. Entonces quedó paralizado. …Cuando se fue no sé si estaba riéndose o llorando a carcajadas. Como ya dije, mi vida está ya lo suficientemente organizada para que venga él a estropearlo  todo, sobre todo que me lo encuentro a cada rato por las calles de Cali, pero bueno es que siempre anda solo, por eso el asunto puede remediarse relativamente fácil. Y si no puedo, pues tocará ir pensando en pegar pa Medellín o para Bogotá o a Pereira, inclusive, pues en esta ciudad las cosas se están poniendo cada día más difícil. ’’

El muchacho pecoso se enteró que el narrador era en realidad un travesti  por lo que quedó impactado por aquella situación en el río.
Concluyendo gracias a esta última cita, la gran intolerancia que tuvo el muchacho pecoso es evidente, ya que no aceptó cómo era y lo molesta cada vez que la ve pasar por las calles de Cali. Claro que desde mi punto de vista no estuvo bien la táctica de llevar muchachos al río en donde la iluminación no estaba presente  para así tener relaciones ya sean sexuales o amorosas, ya que los muchachos al no saber que era en realidad un travesti, caían en el encanto fácilmente.


2. C.

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