10 de junio de 2015

Cuento inspirado en Andrés Caicedo



Y por eso yo muero

Hermano tengo miedo. Sí, como oyó, miedo. Puro y físico miedo por lo que pueda pasar. Aunque no por lo que me pueda pasar a mí, sino por lo que le pueda pasar a Patricia. Es que yo ya tengo los días contados, poco a poco me  convierto en un vestigio de lo que antes fui. Por eso lo llamé hoy. Porque después de mi muerte quiero que usted, Miguel Ángel, proteja a mi Patricita. Yo sé que usted me entiende, por lo que le pasó a Angelita, por cierto, créame que lo siento mucho… Y pensar que todo fue culpa de Graciela y sus celos. Aunque corren rumores sobre que se fue a Bogotá, ya que aquí  la tenían en la mira. Si nos ponemos a pensar desde que usted no la ayuda las cosas no le salen nada bien. Se despista, no da golpes certeros, deja pistas, huellas e indicios. Tiene razón, no es que yo sea muy bueno matando gente pero uno tiene idea. Una vez incluso fui a ver matar un muchacho del conservatorio. Era pecoso y de pelo rizado, aunque un poco presumido, o al menos eso era lo que su mirada decía de él. El caso es que lo perseguimos por toda la sexta, a una distancia prudente, por decirlo así, y cuando estábamos llegando al Teatro Calima le clavamos un cuchillo en la tercera costilla izquierda, allí dónde dicen que la persona muere más rápido; porque una cosa es matar a alguien y otra es deshonrarla, eso me enseño Akira, un viejo amigo para el cual las cosas no terminaron nada bien…
¡Aj! Pero ya me desvié del tema ¿Sí ve? Esa es una de las cosas que no le gustan a Patricia. Eso y que miento desde chiquito. Sin embargo a mí sí me gusta todo de ella. Su sonrisa cuando le pago la boleta del cine, su mirada errante que te mira si estar nunca realmente presente, su nariz, su cabello, sus brazos, sus piernas, su todo. Ella y no cualquier otra era la indicada para mí. Pero ahora me toca morir, y ella queda desprotegida. Se queda sin su Andrés y yo sin mi Patricia, y eso me aterra. Me aterra verla sola, o peor aún, mal acompañada como dice el refrán. No sé si ha oído que ahora se están comiendo la gente, que la pican de mil maneras o hasta se la comen viva. Siendo así, comprenderá estoy muerto del susto ¿Se imagina una muchacha tan linda como Patricia caminado sola por la calle cuando ya sea tarde la noche porque no pudo salir antes del instituto y que se encuentre con ese alguien que acabará con su vida? Yo no soporto ni la idea y me odio a mí mismo por ser tan paranoico. Lo que pasa es que yo estoy convencido de que ella sí debe vivir muchos años más, llegar a vieja con alguien que la quiera casi tanto como yo la quiero; y con esa persona tener hijos y nietos tan hermosos como ella. Yo en cambio sé que si vivo más de viejo terminaré como el pobre James Mason en Lolita de Kubrick, un escritor que le gusta leer a Poe, que le gusta Ulalume, y desea el sexo de las niñas. Es por eso que muero. Porque ya vengo muriendo lentamente desde hace veinticinco años. Veinticinco años de efímeras alegrías, veinticinco años de cine, veinticinco años de amigos muertos, veinticinco años de atravesadas. Por ello me uniré a la barra de Edgar y Rebecca que junto con Angelita, Manolín Camacho y Alfredo Campos causan estragos en el cielo, o donde quiera que estén.
A ver si por fin me libro de este cucarrón negro que tengo en el pecho.


Margarita Castaño O.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Hola: déjanos saber tus opiniones sobre este blog. Gracias