10 de junio de 2015

Calicalabozo




¿Calicalabozo?

Por Margarita Granada
2C



¿Qué tanta realidad hay en los cuentos de este conocido autor caleño? ¿Qué tan verídica es la Cali que presenta en sus obras? Todo aquel que haya leído a Caicedo alguna vez,  puede notar la relación de los personajes, como si todos fueran habitantes de la misma ciudad, de  la misma Cali, y he ahí la máxima creación del famoso caleño suicida.



“Se mete uno por recovecos extraños cualquier noche, sin responsabilidad, y a la mañana siguiente o días después va descubriendo que lo que hizo fue comenzar a matar de una vez por todas su capacidad de emocionarse ante los hechos de las personas, y de allí en adelante, compañero, vía libre al infierno.”
-Andrés Caicedo



  
Cali, 11 de la noche, una brisa que recorre la ciudad de norte a sur todo en silencio, cuando de repente nos encontramos con dos jóvenes sin rumbo, en busca de cualquier esquina, podría ser el paisaje típico en una ciudad tan viva como lo es Cali, pero no se trata de cualquier pareja, son nada más y nada menos que Miriam y Mauricio, famosos personajes de uno de sus cuentos; mientras sucede esto, al otro lado de la ciudad hay una fiesta de una tal María del Mar, a la cual está invitado, el primo de la quinceañera, uno de esos de la Tropa Brava, un atravesado de primera. Este y muchos otros son ejemplos de la gran obra caicediana. Andrés no solo se encargó de inmortalizar unos cuantos personajes, sino también de  plasmar  una ciudad, tal vez no verídica pero sí de algún modo real.



Con descripciones de los lugares conocidos para los caleños, Caicedo ayuda a ubicarse mejor y así poder vivir la historia desde un punto de vista menos objetiva. Muchos me dirán que es simple coincidencia el encontrar lugares y nombres entremezclados en los cuentos; personajes principales en unos y secundarios en otros. Con eso Caicedo lograba crear un universo caicediano, conocido como Cali, en el cual, todos sus personajes convivían y tenían experiencias los unos con los otros.    Pero yo les diré que Caicedo era un hombre que vivía la realidad desde un pedazo de papel y que su tarea era dejar en recuerdo escrito sus vivencias. Aunque claro, como el escritor respetado que era, la realidad sería siempre solo un borrador, para que la imaginación se dé el gusto de distorsionarla a su modo (o tal vez no, dejo esto a decisión propia del lector).


Por último llegamos a cuentos como felices amistades o los dientes de caperucita, donde la realidad y el terror no se diferencian, donde la ciudad no es solo un espacio, más bien es un sitio de encuentros, de revueltas, de amor y de asesinatos. Cualquiera de nosotros podría ser ese besacalles que deambula en busca de amor cerca del conservatorio, o esa joven muchacha que solo quiere entrar a cine, incluso la pobre Angelita con ese destinito tan fatal que tuvo, juntándose con personas como Graciela. Pero bueno en fin, los cuentos de Caicedo no eran solo eso, un cuento, sino un gran conjunto de habitantes, de personas como usted y yo, que convivían en una ciudad y donde las situaciones anormales eran pan de cada día.


No es de sorprender, que si algún día alguien le quiere hablar de cine, no dude en que es aquel loco, sí ese del que nos habla Caicedo, el que alguna vez afirmó ver comer personas a diario, y que iba a cine con una muchacha y esta muchacha le decía papito; si usted lo llega a encontrar, no dude en dejarlo hablar, pues nunca se sabe hasta qué punto los relatos de Andrés eran tristes realidades de personas normales.

Entonces lo invito, sí a usted que lee esto, a mirar con atención y a darse cuenta de la magia de Cali, de su encanto y su maravilla, la cual Caicedo, en sus 25 años de vida, logró plasmar para la eternidad.
 

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