10 de junio de 2015

Artículo: El terror en los cuentos de Caicedo



Fatídico amalgama


Por Margarita Castaño

La muerte es un plato que se sirve caliente







 Vamos deambulando por las calles de Cali, rodeados de personajes carismáticos y de historias sin principio ni final.  Suena la música, en una extraña mezcla entre salsa y Rolling Stones, cuando ¡Tas!... alguien muere. Sin razón, sin escrúpulos, sin más motivación que el placer de acabar con la vida de un desafortunado; éste es el mundo de Andrés Caicedo.  En él, la muerte se sirve a la carta y se entremezcla con el resto de sucesos como algo totalmente corriente, como una actividad más. En ello se basa el terror en la obra caicediana.  De tal forma, el hilo de la vida está en manos de un grupo de personajes, constituido principalmente por mujeres fatales, que someten y dan por terminada la vida de personas seleccionadas generalmente al azar. Uno de los mejores ejemplos de esta “condena aleatoria” es el cuento Felices amistades, donde la coprotagonista, Graciela, se pasea tranquila por la vida asesinando gente a diestra y siniestra, porque ella era buena para eso, así como sus víctimas eran buenas para morir.
Por ello, la obra de Caicedo se asemeja al realismo mágico de Gabriel García Márquez, quien lo define con esta cita: "La primera condición del realismo mágico, como su nombre lo indica, es que sea un hecho rigurosamente cierto, que sin embargo, parece fantástico". Esta característica está en efecto presente en los cuentos de Caicedo, aunque de una forma mucho más macabra, diría yo. Podríamos incluso pensar que no es coincidencia que en el mismo relato uno de los personajes lleva el apellido García.
Un niño es asesinado…está bien,  porque no estaba hecho para vivir mucho más. Entra el conde Drácula a ver una película de vampiros…no hay problema, aunque sé que salió decepcionado del teatro.  Estos son algunos de los desconcertantes altercados entre la realidad y la ficción, y sólo nombro dos porque citarlos a todos tomaría horas enteras. 
Por otro lado, hay un elemento que no está presente en el relato mencionado anteriormente: el canibalismo.
En efecto, aunque pueda parecer chocante, el canibalismo o “Calibanismo”  es un componente recurrente en la obra del escritor caleño y se manifiesta de muchas maneras. Podemos encontrarlo tanto en un relato pasional, como Noche sin fortuna, en donde Antígona complace a un hombre joven, casi un niño, arrebatándole insaciablemente la oreja, o la nariz, o las encías, mientras la insensible víctima se muestra tranquila, desorientada. O podemos encontrarlo en situaciones tediosamente ordinarias,  como en Calibanismo, donde básicamente recibimos un curso de “como comerse  una persona de manera adecuada”.
Para concluir, podemos decir que Andrés Caicedo baila con lo terrible al son de una salsa. Mezclando con destreza lo terrible y lo magnífico, lo insólito y lo banal. Es por ello que el terror en sus cuentos es sutil e impactante: nos deja consternados y cautivados con un personaje pavoroso al que a pesar de todo defendemos. ¿Nos sentiremos identificados?



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