10 de junio de 2015

La pasión de Caicedo por la salsa



ARTÍCULO: Caicedo y la salsa    

La Pasión de Caicedo Por La Salsa

La pasión de Andrés por la música fue evolucionando. Disfrutaba tanto del rock como de la salsa.  Le encantaba escucharla a todo volumen, sin importarle cambiar de un ritmo al otro en pocos minutos.
Por: Laura Vesga Parra
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Héctor Lavoe Se presenta en el Coliseo Evangelista Mora de Cali en 1977. A este concierto asiste el escritor Andrés Caicedo, que logra tomarse una foto con Lavoe después de colarse en el camerino. http://www.elmalpensante.com/articulo/2434/los_acetatos_de_andres_caicedo





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aicedo era una persona de clase alta, de familia educada, pero esto no impidió que le gustara la música que se ponía de moda en el sur de Cali.
Le encantaba escuchar música a todo volumen pero tenía muy mal ritmo para el baile. Lo anterior lo expone en varias de sus obras, una de ellas es “El Atravesado”, donde plasma cómo vivía su generación la salsa. En esta nos da un panorama de aquella calle sexta llena de vida y teatros, donde la espera para la próxima función era un radio de pilas en el que sonaba esa música del sur de Cali que provocaba moverse, y el que no bailara estaba “pailas”. Aquella música apasionaba a todos en Cali en ese entonces (1).
La salsa y sus acordes gustaban tanto a la juventud de esa Cali como a los adultos, de a poco. Richie Ray, Bobby Cruz y Héctor Lavoe, fueron apoderándose de las discotecas y grilles de Cali. Les empezó a gustar a todos por igual, desde los más niños hasta los más adultos. Tanto así que Andrés, quien era un rockero de corazón, flaco, desgarbado y mechudo, combinaba las notas de los Rolling Stones con los acordes de Richie Ray.
En esos tiempos la salsa se bailaba de manera fluida, los pies respondían a lo que los oídos sintieran. Los pasos eran rápidos y muy marcados, pero sin una técnica definida, lo que fue cambiando con los años. Se tomó más enserio este género y se fue tecnificando y generando unos estándares para su baile y todo lo que la rodea: rutinas, vestuarios, peinados y hasta los gestos de los bailarines. En aquella época solo hacía falta un pequeño radio, espacio, una buena compañera de baile y la pasión para desbordase en cualquier esquina de Cali.
Como podemos observar en los relatos de Caicedo la salsa fue un fenómeno que marcó el ambiente de Cali en los años 70, así mismo el de una generación de adolescentes que solucionaban sus peleas en las afueras de los teatros bailando salsa. El que más pasos pusiera, el que mejor los hiciera, el que más rápido moviera los pies, era aquel que por simple deducción se quedaba con las chicas y el respeto de los demás. Esto no siempre era gratuito, se podían ganar uno o dos enemigos pero qué más daba, esa era la sociedad de aquella época.
La salsa se hizo presente en la mayoría de las obras de Caicedo, unas veces como amiga y otras veces como enemiga, pero siempre estuvo allí, siempre era parte de la ambientación de sus escenas, siempre nos transportaba a algún grill con sus monitas delgadas de cabello revolcado. La salsa es, fue y será parte de esta sociedad caleña que se muestra muy alegre, pero que por adentro está podrida como decía Caicedo.
Hablar de la música y de Caicedo sin nombrar su única novela publicada sería imperdonable, por eso la tomaré como referente para esta segunda parte de mi ensayo.
La obra de Caicedo que más referentes hace de la música salsa es “Que Viva la Música”, su única novela publicada justo en el año de su muerte. Esta novela  refleja a la sociedad caleña desde el punto de vista de una adolescente burguesa que se deja enamorar por la alegría de los tambores y las trompetas; que  disfruta de esa música para pobres pero que le llena el cuerpo de un deseo increíble y casi incontrolable de bailar. La monita flaca como la pinta Andrés durante todo su recorrido por esta novela vive, sueña, pelea y baila la música de Richie Ray y Bobi Cruz. Hace también referencia al África negra que traen las sonadas de estos artistas, llenan a Andrés de emoción y de un argumento más para guiar su obra al son de las tonadas.
En muchas partes de la obra, Andrés muestra su gusto por la música de Richie Ray y Bobi Cruz, poniendo fragmentos o partes de las canciones en sus reglones; en un intento por hacer una antología de lo que esta música significaba para él y para su generación.

Andrés Caicedo. A las afueras del cineclub de Cali en el teatro San Fernando
http://revistavisaje.com/wp-content/uploads/2014/06/Andres-Caicedo_Cineclub-de-Cali_Revista-Visaje.jpg

Caicedo era un cinéfilo de primera quien podía ver hasta ocho películas al día, pero el rock y la salsa se ven reflejadas en sus textos, hace referencia a los radios de transistores y a grilles de la época para darle forma a sus escenas. Caicedo infortunadamente nunca dio entrevistas o dejó por escrito sus particularidades. Todo lo que se sabe de él es por su grupo de amigos, quienes eran pocos realmente ya que era muy cusumbosolo y bipolar. Lo que sí se sabe es que en las mañanas se podía despertar y lo primero que hacía antes de desayunar era poner música a todo volumen en su pequeño apartamento del barrio San Antonio. No le importaba pasar del rock a la salsa en cuestión de segundos.
“Se me hace que un libro tan excelente como “La vorágine” puede ser perfectamente remplazado por las canciones de Héctor Lavoe, Ricardo Ray y Bobby Cruz.” Con esta frase Andrés demuestra que para él la música era una expresión cultural enorme, la cual le producía un torbellino de sentimientos y hasta parece ser que lo transporta a un lugar increíble. Lo ayudaba de cierta manera a sentirse libre de la sociedad caleña que tanto lo atormentaba, el sonido del tambor y las trompetas de las orquestas de salsa de la época eran su puerta de escape a tanta hipocresía y torpeza del mundo que lo rodeaba.
(Entrevista pirata a Andrés Caicedo. Ospina y Mayolo)
 (1)Pág. 259 y 260 “el atravesado” Alfaguara, 2014
Que viva la música Alfaguara 1977

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