10 de junio de 2015

Al Teatro Sagradamente




CRÓNICA: Un día en el teatro San Fernando.

La fotografía es verdad. El cine es verdad, 24 veces por segundo.
-Jean Luc Goddard.
Por: Juan Camilo Murgueitio
2B
A continuación les contaré una historia que me contó mi papá, de cuando era
pelado e iba sagradamente al Teatro de San Fernando, todos los fines de semana.

Crónica sobre un día en el teatro de San Fernando, en la infancia de mi padre, según él.

                                
                        Teatro de San Fernando de Cali en los años 80’s, por: www.caliwood.com.co
 



                           

 Todos los sábados, sagrado.

           


Siempre me ha gustado ir al teatro. Todos los sábados es sagrado para mi familia ir al Teatro de San Fernando, que queda a unas cuantas cuadras de mi casa. Me encanta ir porque cuando me siento a ver una película, sea la que sea, me pierdo durante dos horas de la realidad, estoy sumergido en un universo paralelo extraordinario, donde nada es imposible, donde todo puede pasar.

Me encanta el cine, desde muy pequeño lo disfruto, recuerdo la primera vez que mi papá me llevó al teatro, yo tendría alrededor de cinco, seis años. Recuerdo la inocencia, la felicidad, la ansiedad que sentí cuando se apagaron las luces para empezar ese maravilloso viaje.

Por supuesto, también recuerdo ese sentimiento de nostalgia cuando se acabó la película, recuerdo imaginar qué duraría para siempre, recuerdo que durante los siguientes días soñaba que podría estar pasando en este instante si esa fuera mi realidad, si yo fuese uno de los niños cuya nana tuviera esos increíbles trucos mágicos, ¿que haría?, ¿la querría tal vez? ¿Volaría con ella y su paraguas mágico?
Abro los ojos, volteo a ver la hora, ¡¡son las 9!! Me cogió la tarde.
            ¡Nos cogió la tarde!

Intento levantar a mi hermano, en vano. Sigo al cuarto de mis papás, toco la puerta y paso… ya están despiertos. Me atrevo a preguntar si vamos a ir al teatro, hoy llegó una película que quiero ver hace tiempo “101 dálmatas”.

-Papá, ¿vamos a ir al fín?

-No mijo, hoy no podemos porque su mamá amaneció enferma. Llévese a su hermano, coja.
Me da 5000 pesos, suficientísimo.

Tomo la plata y me voy a despertar a mi hermano, porque me veo la película porque me la veo.

Intento a punta de puños y por fin se despierta. Lo meto casi a patadas a la ducha y le digo: “Nos vamos en 10. Movéte. “

Mi hermano sale de la ducha, se viste y nos vamos.

Cuando llegamos, hacemos una cola gigante que había como siempre, está todo el barrio. Compro las boletas, hacemos otra cola para comprar algo de comer, unos cuantos dulces, unas papas, una Coca-Cola y el maní ; el maní es indispensable cuando voy a verme una película.

Nos sentamos, yo en mi puesto favorito, segunda fila, en la esquina, se apagan las luces, y empieza el viaje a este mundo mágico.
Las luces se encienden salimos del teatro y como siempre, no he salido a la superficie, sigo sumergido en la fantástica película, pensando si habrá una secuela. Cuando, de un momento a otro, mis pensamientos son interrumpidos por la tenue y poco amena realidad. Ahora solo queda esperar al próximo sábado, estoy entusiasmado por la próxima película.





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