10 de junio de 2015

Caicedo entre líneas...




CRONICA: Experiencia personal
EUROPA CINEASTA: PARÍS 

Escrito por: María Camila Vargas

“Ningún gran artista ve las cosas como son en realidad; si lo hiciera, dejaría de ser artista.”
Oscar Wilde

Durante la época industrial, el mundo cruzaba por una etapa de descubrimientos, cambios e inventos, en la cual se destacó una en particular: El cine, el séptimo arte. Éste se dio a conocer en Francia cuando los hermanos Lumière le dieron vida, en un pequeño café de París, exhibiendo una secuencia rápida de imágenes de una locomotora. La sociedad no fue la misma desde aquella noche. 

Al paso de los años, el cine pasó de ser una fiebre juvenil  a ser un hábito cotidiano de la ciudad. París, un sitio ideal y mágico para los amantes del arte ya la cultura, siempre conservará el recuerdo de las calles, plazas, hoteles, restaurantes y monumentos, gracias a las incontables películas que se han rodado en ella. Para Vero, una joven francesa amante de todos los aspectos del arte, esta
.ciudad  irradia una felicidad única. Incluso si los días eran grises, nunca fue un mal momento para asistir a una película y de eso se trataba, en cualquier ocasión el  cine era la mejor de las excusas y más aún si te encontrabas rodeado de imágenes célebres del mundo cinematográfico
 
Teatro Louxor, uno de los más emblemáticos de la capital francesa.
  “En mi caso, traté de ver mi vida como una película, cuyo genero dependía de mi estado de ánimo " -mencionó Vero. Y desde algún punto de vista podría tener la razón, pero todo depende de nosotros mismos y de cómo visualicemos nuestro entorno. ¿Por qué no convertir un día espectacular en una comedia? ¿O un día melancólico en un drama? Vero supo llevar su vida de esta manera y " sin duda alguna " -como dijo- París se prestó como escenario de sus películas brindándole así una historia qué contar a sus próximas generaciones.

Me atrevo a decir que era una experiencia magnifica entrar a un teatro de cine. El poder e ingenio de realizar tales proyecciones me sobrepasaba. Aun cambiando de país y, por consecuente, de cultura, de lenguaje, el cine nunca cambia y será siempre el mismo. Recuerdo una de mis primeras visitas con mis amigos, a un cine caleño, en la cual escogimos ver una película, cuyo nombre no recuerdo bien, ni diálogos logre entender a primera vista. Me aterra no recordar el nombre de esta incluso mis amigos se tomaron el tiempo de explicarme un poco más a fondo la historia ya que por diferencias de idioma me perdí un poco. Aun así lo más gratificante fue tomarnos nuestro tiempo para discutirla en un pequeño café cerca del teatro. Era un plan poco pretencioso pero que un joven, uno cinéfilo nunca despreciaría. El cine, en sus principios, tuvo un desarrollo positivo en las nuevas generaciones. Con el transcurso del tiempo, Vero se fue convirtiendo poco a poco en una caleña cinéfila que disfrutaba del ambiente artístico y familiar cada domingo. Era obvio que amaba el cambio que había experimentado con respecto a su cotidianidad francesa, el simple hecho de ir a cine ya no era una excusa para salir, ahora, en su opinión, éste ocupó un espacio muy importante en su nueva vida, era su motivación, su anhelo su costumbre de cada semana, exactamente de cada domingo, el disfrutar de una película junto con su familia. 

Y fue uno de los cambios más notorios e impactantes para esta joven francesa: una ida a cine se transformó en tradición de una sociedad, en una costumbre similar a ir a misa los domingos en la mañana, mientras que en París, éste fenómeno ya era muy banal.





UNA VIDA ENTORNO A UNA INVENCION


Cuando tu vida se sumerge en el cine parisino es claro que obtienes una experiencia inigualable, sin embargo, al llegar a Cali la situación puede tomar un nuevo rumbo. Vero llego a Cali justo a tiempo para ver una de sus pasiones empezar a florecer. En la cotidianidad parisina, es cierto que para Vero los días eran en blanco y negro,  pero al caminar por las calles simbólicas del mundo cinematográfico, éstos se tornaban a color y cobraban vida. El séptimo arte ya se había convertido más en un hábito y ella era consciente de ello, también, el cine continuaba provocando sensaciones indescriptibles que mejoraban su estado de ánimo cuando más le era necesario, " porque era como sentir que tu día cambiaba y se convertía en un hecho mágico en cuanto te ves rodeado de algo que te apasiona " -decía Vero.

Al mudarse a otro país, Cali la acogió con el mejor de los regalos: ver cómo el cine daba  sus primeros pasos. Sin duda es algo muy valioso y le dejó maravillada, " No tuve la oportunidad de vivir en el periodo en el cual el cine francés se desarrolló y llegar aquí y tener esta oportunidad es algo que te deja atónito, simplemente sin palabras”. 

         Un día caluroso, como suelen ser en la capital del Valle, Vero decidió probar la experiencia innovadora junto con un grupo de amigas. Su instinto la guió por las calles de Cali hasta el Teatro Aristi, el cual la acogió. Instantáneamente, sintió algo extraño, algo nuevo: llegar y observar su entorno, lleno de familias con rostros felices y risueños, era increíble para ella, realmente se sentía el ambiente agradable que no dejaba de irradiar amor. “El cine fue una innovación tardía pero importante en París y como ciudadana me siento orgullosa de éste. Me atrevo a decir que era una experiencia magnifica entrar a un teatro de cine. El poder e ingenio de realizar tales proyecciones me sobrepasaba. Aun cambiando de país y, por consecuente, de cultura, el cine nunca cambia y será siempre el mismo.
 
Cali y su Teatro Aristi sumergidos en el nuevo mundo del cine.
            Recuerdo una de mis primeras visitas con mis amigos, a un cine caleño, en la cual escogimos ver una película, cuyo nombre no recuerdo bien, que hasta hoy en día me aterra incluso si, después de verla, nos habíamos tomado nuestro tiempo para criticarla en un pequeño café cerca del teatro. Era un plan poco pretencioso pero que un joven, en tema de cine, nunca despreciaría. El cine, en sus principios, tuvo un desarrollo positivo en las nuevas generaciones. Con el transcurso del tiempo, Vero se fue convirtiendo poco a poco en una caleña cinéfila que disfrutaba del ambiente artístico y familiar cada domingo. Era obvio que amaba el cambio que había experimentado con respecto a su cotidianidad francesa, el simple hecho de ir a cine ya no era una excusa para salir, ahora, en su opinión, éste ocupó un espacio muy importante en su nueva vida, era su motivación, su anhelo su costumbre de cada semana, exactamente de cada domingo, el disfrutar de una película junto con su familia. 
           Y fue uno de los cambios más notorios e impactantes para esta joven francesa: una ida a cine se transformó en tradición de una sociedad, en una costumbre similar a ir a misa los domingos en la mañana, mientras que en París, este fenómeno ya era muy banal. Vero convirtió su vida en una película.





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