CRONICA: Experiencia personal
EUROPA CINEASTA:
PARÍS
Escrito por:
María Camila Vargas
“Ningún gran artista ve las cosas como son en
realidad; si lo hiciera, dejaría de ser artista.”
Oscar Wilde
Durante la época industrial, el
mundo cruzaba por una etapa de descubrimientos, cambios e inventos, en la cual
se destacó una en particular: El cine, el séptimo arte. Éste se dio a conocer
en Francia cuando los hermanos Lumière le dieron vida, en un pequeño café de
París, exhibiendo una secuencia rápida de imágenes de una locomotora. La
sociedad no fue la misma desde aquella noche.
Al paso de los años, el cine pasó
de ser una fiebre juvenil a ser un
hábito cotidiano de la ciudad. París, un sitio ideal y mágico para los amantes
del arte ya la cultura, siempre conservará el recuerdo de las calles, plazas,
hoteles, restaurantes y monumentos, gracias a las incontables películas que se
han rodado en ella. Para Vero, una joven francesa amante de todos los aspectos
del arte, esta
.ciudad irradia una felicidad única. Incluso si los
días eran grises, nunca fue un mal momento para asistir a una película y de eso
se trataba, en cualquier ocasión el cine
era la mejor de las excusas y más aún si te encontrabas rodeado de imágenes
célebres del mundo cinematográfico
“En mi caso,
traté de ver mi vida como una película, cuyo genero dependía de mi estado de
ánimo " -mencionó Vero. Y desde algún punto de vista podría tener la
razón, pero todo depende de nosotros mismos y de cómo visualicemos nuestro
entorno. ¿Por qué no convertir un día espectacular en una comedia? ¿O un día
melancólico en un drama? Vero supo llevar su vida de esta manera y " sin
duda alguna " -como dijo- París se prestó como escenario de sus películas
brindándole así una historia qué contar a sus próximas generaciones.
Me atrevo a decir que era una
experiencia magnifica entrar a un teatro de cine. El poder e ingenio de
realizar tales proyecciones me sobrepasaba. Aun cambiando de país y, por
consecuente, de cultura, de lenguaje, el cine nunca cambia y será siempre el
mismo. Recuerdo una de mis primeras visitas con mis amigos, a un cine caleño,
en la cual escogimos ver una película, cuyo nombre no recuerdo bien, ni
diálogos logre entender a primera vista. Me aterra no recordar el nombre de
esta incluso mis amigos se tomaron el tiempo de explicarme un poco más a fondo
la historia ya que por diferencias de idioma me perdí un poco. Aun así lo más
gratificante fue tomarnos nuestro tiempo para discutirla en un pequeño café
cerca del teatro. Era un plan poco pretencioso pero que un joven, uno cinéfilo nunca
despreciaría. El cine, en sus principios, tuvo un desarrollo positivo en las
nuevas generaciones. Con el transcurso del tiempo, Vero se fue convirtiendo
poco a poco en una caleña cinéfila que disfrutaba del ambiente artístico y familiar
cada domingo. Era obvio que amaba el cambio que había experimentado con
respecto a su cotidianidad francesa, el simple hecho de ir a cine ya no era una
excusa para salir, ahora, en su opinión, éste ocupó un espacio muy importante
en su nueva vida, era su motivación, su anhelo su costumbre de cada semana,
exactamente de cada domingo, el disfrutar de una película junto con su
familia.
Y fue uno de los cambios más
notorios e impactantes para esta joven francesa: una ida a cine se transformó
en tradición de una sociedad, en una costumbre similar a ir a misa los domingos
en la mañana, mientras que en París, éste fenómeno ya era muy banal.
UNA VIDA
ENTORNO A UNA INVENCION
Cuando tu vida se sumerge en el
cine parisino es claro que obtienes una experiencia inigualable, sin embargo,
al llegar a Cali la situación puede tomar un nuevo rumbo. Vero llego a Cali justo
a tiempo para ver una de sus pasiones empezar a florecer. En la cotidianidad
parisina, es cierto que para Vero los días eran en blanco y negro, pero al caminar por las calles simbólicas del
mundo cinematográfico, éstos se tornaban a color y cobraban vida. El séptimo
arte ya se había convertido más en un hábito y ella era consciente de ello, también,
el cine continuaba provocando sensaciones indescriptibles que mejoraban su
estado de ánimo cuando más le era necesario, " porque era como sentir que
tu día cambiaba y se convertía en un hecho mágico en cuanto te ves rodeado de
algo que te apasiona " -decía Vero.
Al mudarse a otro país, Cali la
acogió con el mejor de los regalos: ver cómo el cine daba sus primeros pasos. Sin duda es algo muy
valioso y le dejó maravillada, " No tuve la oportunidad de vivir en el
periodo en el cual el cine francés se desarrolló y llegar aquí y tener esta
oportunidad es algo que te deja atónito, simplemente sin palabras”.
Un día
caluroso, como suelen ser en la capital del Valle, Vero decidió probar la
experiencia innovadora junto con un grupo de amigas. Su instinto la guió por
las calles de Cali hasta el Teatro Aristi, el cual la acogió. Instantáneamente,
sintió algo extraño, algo nuevo: llegar y observar su entorno, lleno de
familias con rostros felices y risueños, era increíble para ella, realmente se
sentía el ambiente agradable que no dejaba de irradiar amor. “El cine fue una
innovación tardía pero importante en París y como ciudadana me siento orgullosa
de éste. Me atrevo a decir que era una experiencia magnifica entrar a un teatro
de cine. El poder e ingenio de realizar tales proyecciones me sobrepasaba. Aun
cambiando de país y, por consecuente, de cultura, el cine nunca cambia y será
siempre el mismo.
Recuerdo
una de mis primeras visitas con mis amigos, a un cine caleño, en la cual
escogimos ver una película, cuyo nombre no recuerdo bien, que hasta hoy en día
me aterra incluso si, después de verla, nos habíamos tomado nuestro tiempo para
criticarla en un pequeño café cerca del teatro. Era un plan poco pretencioso
pero que un joven, en tema de cine, nunca despreciaría. El cine, en sus
principios, tuvo un desarrollo positivo en las nuevas generaciones. Con el
transcurso del tiempo, Vero se fue convirtiendo poco a poco en una caleña
cinéfila que disfrutaba del ambiente artístico y familiar cada domingo. Era
obvio que amaba el cambio que había experimentado con respecto a su
cotidianidad francesa, el simple hecho de ir a cine ya no era una excusa para
salir, ahora, en su opinión, éste ocupó un espacio muy importante en su nueva
vida, era su motivación, su anhelo su costumbre de cada semana, exactamente de
cada domingo, el disfrutar de una película junto con su familia.
Y fue uno de los cambios más notorios e
impactantes para esta joven francesa: una ida a cine se transformó en tradición
de una sociedad, en una costumbre similar a ir a misa los domingos en la
mañana, mientras que en París, este fenómeno ya era muy banal. Vero convirtió
su vida en una película.
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