CRÓNICA:
La Cali de los años 50’s.
Por María Camila Franco
La
historia que usted, querido lector, tiene hoy entre las manos no es más que la recopilación
de sentimientos y anécdotas brevemente contadas. Anécdotas de mi juventud y de
esos años en los que creía firmemente en un mundo justo, donde todos solíamos ser iguales y por lo tanto, merecíamos el mismo
respeto. Y sin más preámbulo, así comienza esta historia…
Dama
de la justicia. Símbolo internacional de dicho valor.
Fuente: http://www.teinteresasaber.com/2012/02/la-justicia-simbolos-y-metaforas.html
L
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a
tensión se respiraba en cada aula, cada pasillo y cada rincón de la facultad de
derecho.
Tensión
causada por el descontento entre mis compañeros y aquel profesor que había sido el
encargado de las clases de derecho laboral. Aunque era todo un magistrado del
tribunal superior, sus métodos de enseñanza rayaban con la arrogancia, el despotismo y la grosería. Era
una de esas personas que no le ven ningún problema a pasar por encima
del que sea necesario para conseguir lo que quiere, sin importarle cuan injusto
pueda llegar a ser ni cuánto daño pueda causar a las personas alrededor.
Y ahí estaba yo, 21 años y miles de sueños, sueños de convertirme en ese gran abogado
que mi madre soñaba, de ver a mi país convertido en un país justo y libre…Sentado al frente del aula de este profesor, miraba la puerta pensando
que pronto llegaría la hora de entrar a clase y que él con su carísimo traje
llamaría a lista, y al llegar a la F, inicial de mi apellido, lo
único que se llevaría sería una fea
sorpresa, ya que jamás me encontraría entre los pocos estudiantes que todavía
quedaban en su salón … pero era demasiado tarde para arrepentirse.
Todavía
recuerdo ese día en el que mi paciencia se agotó y en un intento por defender
lo
que pensaba, lo único que recibí fue humillaciones, insultos y palabras
acompañadas de rabia por parte de este profesor; y de no haber sido por un
compañero hubiésemos llegado a los
golpes. Y yo no era el único testigo de lo que pasaba con este profesor ya que
tal como me enteré poco después, muchos
otros habían presentado quejas. Y así fue como decidimos agotar todas las instancias que había. Hablamos con
él y le explicamos lo que pensábamos. Sin obtener ningún cambio de su parte pasamos
a llevar nuestro problema al concejo estudiantil, después recurrimos
directamente al rector de la universidad que nos respondió simplemente que
tuviéramos paciencia; temeroso de meterse en un problema con tal eminencia como
las directivas solían llamarlo, y claro, quién iba a querer tener
algún problema con todo un magistrado del tribunal superior de la ciudad?
Ya no
sabíamos qué hacer ni a quién recurrir
para solucionar este problema que era cada día peor, entonces, decidimos hacer
justicia por nuestros propios medios y dejar de asistir a las clases de derecho
laboral. Aunque había una parte de mis compañeros que no estaba de
acuerdo con las medidas que estábamos tomando, les fue imposible entrar a clase
porque bloqueamos los pasillos y las puertas del aula. Tiempo después, las
cosas seguían poniéndose más y más
serias, el profesor seguía en esa actitud de irrespeto y grosería, burlándose de sus estudiantes, menospreciándolos
y calificándolos de manera injusta simplemente porque no eran de su agrado; mientras que nosotros, seguíamos sin entrar a
clase. Las directivas de la universidad estaban enteradas, así como la facultad
de ciencias de la educación; estos últimos decidieron unirse a nosotros y
protestar pacíficamente.
Así fue
como unimos fuerzas y salimos a marchar a las calles como ya lo habían hecho muchos otros
estudiantes anteriormente. De los que más se había oído hablar eran los
muchachos del Pilar, del San Juan Berchmans, que protestaban por todo eso que
les parecía injusto e incorrecto…y de un tal Andrés Caicedo que escribía sobre
esto para des-aburrirse o para que sus compañeros tuvieran algo qué leer mientras se escapaban de clase.
Nosotros salimos
de la Universidad hasta la plaza de Caicedo donde se encontraba el tribunal, y
por lo tanto la oficina de nuestro profesor. Y ahí estábamos todos, parados
frente a aquel edificio gris donde este pasaba la mayor parte de su tiempo…firmes,
con nuestro objetivo siempre en la mente. Y así fue como nuestro profesor
fue obligado a renunciar a su puesto en la universidad; cosa que recuerdo con
un poco de lástima ya que nuestro propósito no era llegar hasta estos extremos,
simplemente buscábamos ser respetados todos por igual. Lo que
desafortunadamente no fue posible y esas
fueron las consecuencias. Después de esto, las cosas volvieron a la normalidad…
los estudiantes a las aulas y el magistrado al tribunal. Y siendo la primera
generación de la universidad en hacer una protesta de este tipo, se le demostró
a Cali que no había necesidad de utilizar la violencia para defender los
ideales y que los abogados que saldrían de esa promoción eran hombres íntegros y justos.
¿Que si me
arrepiento de algo? En ningún momento, al contrario, haber hecho parte de esto me permitió reafirmar mis valores y tener aún
más claro que lo principal es el respeto entre todas las personas. ¿Si lo
volvería a hacer? Si se trata de defender mis ideales y de luchar por una causa justa,
sin pensarlo dos veces, volvería a las calles.
2C
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