CRÓNICA:
Historia de los teatros en Cali
Estas historias son crónicas vivida por un conocido
que prefiere el anonimato. Esta es su historia: después de ir al cine los
domingos con mis padres, por fin pude ir con mis amigos del colegio. Aquellos
domingos, fueron días llenos de sorpresas agradables. Lo que me llevó a
preguntarme, cuál sería la historia de los teatros en Cali. A veces uno mira
pero ni pilla.
Por Carol Jordán
2B
Primer
domingo en el teatro Calima
Después de ir al cine con mis
padres por fin pude ir con mis amigos. Yo estaba muy emocionado. Era un domingo
de abril de 1977. Cada vez que yo iba al cine con mis padres solo me
concentraba en la película, realmente nunca llegué a notar la actitud de la
gente ni el ambiente que se daba en aquellos lugares tan hermosos como son los
cines. Ese día en el que por fin pude ir al cine con mis amigos, noté lo que
nunca había pillado en los cines, ese hermoso, encantador y especial ambiente,
del cual nunca me interesé porque realmente entre menos mirara a la gente menos
iban a identificarme y menos se burlarían por nunca ir con mis amigos.
Ese primer domingo en el que
compartí con ellos en el teatro Calima, caí en cuenta que los teatros no solo sirven
para ver las películas. Eso es solo una mínima parte de lo que realmente te
pueden ofrecer. Podemos apreciar la actitud de las personas. Entre galladas y
galladas se hace la guerra a las afueras, pero al entrar a los teatros se crea
un sentimiento de igual y de compañerismo. Ver a las galladas bailar me hacía
sentir muy a gusto con el sitio, lo cual nunca pillé las veces que venía con
mis padres. Podíamos observar que todos dialogaban con todos, realmente no
importaba tu estrato. En ese momento lo que importaba era tu opinión acerca de
la película vista o de alguna otra buena película. Todos compartíamos de una
forma muy agradable y amistosa. Se podía sentir que todos éramos de una misma
gallada llamada el cine. Aquel domingo pude sentir ese ambiente tan hermoso. De
hecho después de ese domingo fue que yo me volví en cierta forma adicto a las
salidas a los teatros a ver cine.
De aquel día también surgió mi
interés por saber un poco más de lo que pasaba en estos sitios, y por eso
basándome en mis historias vividas quise hacer una crónica para compartir ese
hermoso y singular sentimiento.
Segundo
domingo inolvidable
Esta ida a cine no solo fue una
salida chévere y llena de risas como normalmente lo eran. Esta fue las más
interesante y aunque suene muy ñoño la más instructiva. Todo comenzó con un
simple parche a cine. Se suponía que íbamos a ver una película en el teatro San
Fernando, como ya lo habíamos hecho varias veces. Pero en esta salida fue una
muchacha de más, que por cierto nunca había visto y de la cual nunca me aprendí
su nombre. Ella nos propuso hablar con su padre, como nadie sabía quién era su
padre todos la miramos raro y le dijimos “¿y es que tu padre es Dios que lo
dices con tanto orgullo?”, y nos morimos de la risa. Ella muy seria y molesta
nos respondió “pues no, pero sí es el director de este teatro”. Yo la mire con
una cara de asombro y a la vez de emoción. Al fin había llegado el día en donde
podría ver cuál era el funcionamiento de los proyectores, que era lo que más me
apasionaba. Ella me miró raro y me dijo “porque pones esa cara” yo le respondí
apenado “siempre me ha interesado saber lo que pasa detrás del lente del
proyector”. Todos me miraron con indiferencia y se burlaron, diciendo “ñoño con
ñoña, pareja perfecta”. En ese momento no me importó lo que ellos decían, solo
quería ir corriendo a ver esa hermosa cabina. Ella me propuso que fuéramos a
verla, yo muy entusiasmado le respondí “¡claro sería imperdonable no ir!”. Mis
amigos de todos modos fueron, solo porque creían que yo iba a coquetear con esta
muchacha tan linda. Al llegar, nos dimos cuenta que era algo gigantesco lo que
se necesitaba para poder reproducir una espectacular película. Yo atónito
comencé a preguntar un montón de cosas, como por ejemplo “quién inventó esta
máquina”, “cómo era su mantenimiento”, y comencé a bombardear de preguntas al señor
que la estaba manejando. Él se quedó paralizado y me dijo “calma ventarrón,
pregunta despacio”. Yo no podía creer que estuviera en una cabina. Después de
resolver todas mis dudas salimos a comer, claramente tuvimos que invitar al
padre de la muchacha. Fuimos a Los Turcos, restaurante muy caro. Gasté todos
mis ahorros en esta salida, pero realmente valió la pena. Aprendí tanto, que ya
me creía un Dios en el cine.
Tercer
domingo inolvidable y a parte que me cambio la vida
Todo comenzó con una salida a cine
con los mismos amigos de siempre. Ese día mi padre me había regalado una loción
que olía muy bien. Yo muy seguro de mi mismo me la eché. Me sentía el rey de
los reyes oliendo así. Me puse mi mejor pinta para ir al teatro Bolívar. Era un
domingo no muy diferente a los otros; sinceramente no había nada raro, solo mi
rica loción. Estábamos caminando de ida al cine con mis amigos, claro no
faltaban los comentarios como “¿Uy pero chusco pa donde va con ese olor?”, yo
solo me reía a carcajadas de las bobadas de decían. Llegamos al cine y comenzamos
a hacer la fila para comprar las entradas. Todos se me quedaban mirando por mi
aroma. En un momento me arrepentí de echarme esa loción y lo único que quería
era llegar a mi casa y bañarme para quitarme ese olor. Me sentía el centro del
mundo. Era muy incómodo.
Dejé de pensar en eso, porque
quería disfrutar la película. Entramos, nos acomodamos, y comenzamos a charlar
sobre las chicas de la cuadra. Algunas lindas como Rosa otras no tanto como
María. Y esa fue nuestra conversación. Hasta que una hermosa muchacha se sentó
a mi lado. Yo la miré, y sentí que se me salieron los ojos. Era bellísima. No
sabía qué era lo más lindo de ella, si sus ojos azules como el mar, si su
sonrisa brillante como el sol, si su pelo claro como la miel. Solo sabía que
era hermosa, parecía una de esas princesas de los cuentos que solía contarme mi
madre. Yo tan solo tenía 18 años. Sabía que era muy joven, pero lo primero que
se me vino a la mente al verla fue proponerle matrimonio.
Pero claro no faltaban mis amigos
con sus comentarios inapropiados. Me sonrojé de la pena que sentí al escucharlos.
Al fin comenzó la película, era una de miedo, mucho miedo. Comenzó Halloween.
Ella estaba a mi lado con unas amigas que realmente no eran muy bonitas. El
comienzo solo era suspenso, nada raro ni horrible. Pero después... Todo se puso
horrible. Yo no podía del miedo, y a ella le comenzaron a salir lágrimas. Yo
como hombre no podía demostrar el miedo, así que saque valor de donde no tenía,
para poderla abrazar y para no sentir miedo. Su primera reacción no fue muy
amable, pero al notar que solo quería protegerla se sintió más a gusto y aceptó
mi abrazo. Yo dejé de prestarle atención a la película por estar imaginándome
la vida que tendría si me casaba con ella.
Después de la película nos
presentamos, ella se llamaba Mariana y había ido con sus ocho hermanas a verse
la película. Después de la película su padre vendría a buscarlas para ir a
comer. Yo le propuse que fuéramos a comer y ella me dijo que su padre era muy
estricto con los amigos. Yo me despedí de mis amigos, y le dije a ella que
hablaría con su padre para invitarla a comer. Con mucho carácter fui hasta
donde su padre. Me presenté muy respetuosamente, y le dije que desearía
dialogar con Mariana de cine, ya que si le decía que quería ir a comer con ella
lo más seguro es que me mirara feo y me dijera que no. Él lo pensó mucho y me
propuso que podría ir a comer con ellos. Yo muy apenado acepté, solo porque no
podía dejar de mirar esa hermosa cara que tenía Mariana. Después de comer, claro
yo también tuve que pagar. Todo lo que uno hace por una mujer linda. Fui a mi
casa y les conté a mis padres, daba la casualidad que mi padre y el padre de
Mariana se conocían gracias a un negocio. Después de ese día mi padre comenzó a
hablar mucho con el padre de ella y pude alabar cada domingo la belleza de
Mariana.
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