CAICEDO Y EL CINE CLUB
Creemos saber algunas cosas sobre Andrés Caicedo y su CineClub, pero ¿qué tanto creemos saber?
Isabella López
Ramiro Arbeláez, Andrés Caicedo y Luis Ospina. Cine Club de Cali en pleno.
“A
un hombrecito le gusta el cine y llega y funda el cineclub, y lo
primero que hace es programar un ciclo larguísimo de vampiros”, así
comienza Destinitos Fatales, cuento de Caicedo, en el cual habla de su relación con el cine y su paso por él.
Cuando hablamos del Cine Club de Cali,
inmediatamente se nos viene a la cabeza la imagen de Andrés Caicedo,
¿cierto? Pero hay que saber, no sólo fue Andrés Caicedo quien fundó esta
comunidad cinéfila, en 1971, sino que también fueron Ramiro Arbeláez,
Carlos Mayolo, Hernando Guerrero y Luis Ospina. El Cine Club
no es sólo Andrés Caicedo. Primero situado en una casa llamada Ciudad
Solar, luego trasladado a la sala del TEC, después al Teatro Alameda y
finalmente al Teatro San Fernando, el Cine Club de Cali
atrajo un gran número de personas, entre ellas estudiantes y cinéfilos,
quienes iban a ver y a criticar todo aquello que Caicedo desease que
vieran.
Andrés Caicedo, escritor caleño conocido más que todo por su obra ¡Que viva a música!, se suicidó en 1977, a los 25 años tras recibir el primer ejemplar de dicha obra con la cual lo recordamos hasta nuestros días. Fundador de la revista Ojo al Cine, una revista de 5 números que circuló entre 1974 y 1976, revista de críticas cinematográficas. Siempre
se sintió orgulloso de saber que su gusto cinematográfico iba en contra
de la corriente popular. De la crítica le gustaba lo “audaz”, lo “irreverente”. Era un muchacho que siempre iba de afán, un muchacho que donde estuviera sacaba su máquina de escribir y “hágale
mijo que si se quiere morir a los 25 años y dejar obra hay que andar a
mil por hora, dormir apenas lo necesario para no caer privado en la
acera y anotar, en una libreta, los títulos de todas esas películas que
nunca podremos ver.” Sí, así como hablan los caleños. Según lo que parece ser un periódico llamado Las 2 Orillas.
Un
artículo que leí de un periódico llamado El Pueblo, dice que Cali arde
metafóricamente y ahora literalmente; Caicedo la definía así: “Cali es una ciudad que espera, pero no le abre las puertas a los desesperados”.
Él mismo era uno de esos desesperados que le gustaba andar en Cali a
pie, hablando de cine, tal como lo menciona el cuento El Espectador, uno de los cuentos de Calicalabozo: “Para eso espero los sábados, para saludar a mis amigos y para hablar”. En este mismo cuento también se manifiesta su desespero y su amor por este séptimo arte: “Pero si no voy a cine, ¿qué otra cosa me pongo a hacer?”
Caicedo
desde muy pequeño desarrolló una filia por este arte; esto, según
dicen, sería lo que lo mantendría vivo durante algunos años.
En el prólogo de Ojo al Cine, una publicación del llamado Grupo de Cali, Luis Ospina y Sandro Romero, a quienes Caicedo nombró salvaguardianes de su obra, escribieron lo siguiente: “Durante
sus veinticinco años, Andrés no pasó un solo minuto de su vida sin
dejar de pensar en el cine, niño precoz al superar los diez primeros
años de su existencia, ya consumía todo tipo de libros y comenzaba a
fascinarse con las imágenes del cine norteamericano en los teatros de su
ciudad natal”.
Caicedo
antes de ser un reflexivo del cine, sentía el cine, vivía el cine, es
decir, le daba un sentido a este, lo que lo llevó a pasar al recuerdo y a
ser la influencia de muchos de los actuales realizadores de cine en
Colombia y particularmente en Cali.
Una
vez, en una entrevista que le hicieron a Luis Ospina, éste dijo: “En
los años 70, una de las razones por las cuales montamos un cineclub era
porque queríamos ver películas nosotros mismos. […] La única forma de
ver cine era en una sala de cine. […] Yo pienso que el caleño en su
forma de ser se mueve despacio, pero mirando
rápido. La mirada del caleño es muy aguda. Y en el habla del caleño
está la famosa muletilla “oiga, vea”, ¿no? Eso es el cine, sonido e
imagen incorporada en el lenguaje caleño, están las dos cosas que son
los ingredientes del cine, ¿no? […] Cada adolescente que lee los libros y
cuentos de Andrés Caicedo, en el fondo piensa que eso es lo que le
hubiera gustado escribir si supiera escribir. Por eso cada vez es más
fuerte su influencia. Nunca pasa de moda, generación tras generación,
porque los problemas de la adolescencia siempre son los mismos y él los
supo captar en su literatura.”
En otra entrevista, pero esta vez a Ramiro Arbeláez, éste dijo que el Cine Club de Cali nace en una coyuntura histórica muy especial que se está viviendo en Cali, y en otras partes de Colombia y de América Latina, en la que se exige una serie de reivindicaciones de parte de estudiantes y de intelectuales, de gente vinculada al arte. Dijo que el Cine Club canaliza una especie de espacio de reunión, de encuentro de mucha gente al margen de instituciones artísticas de Cali. El Cine Club sirve de medio de expresión. Así la expresión sea simplemente asistir y ver la película, pero son pequeños momentos de expresión de un mismo público. […] También Ramiro Arbeláez contó que lo único que se hacía en el Cine Club era ofrecer textos de interpretación cinematográfica y una programación sistemática de unas películas que difícilmente se programaban o que se programaban en el caos y en el desorden de la cartelera comercial.
Teatro Experimental de Cali (TEC)
OJO AL CINE: REVISTA DE CRÍTICAS CINEMATOGRÁFICAS
Se han cumplido cuarenta años desde el nacimiento y cuarenta y un años desde la muerte de Ojo al Cine, revista editada por el Cine Club de Cali
en la década de 1970, momento importante para el ámbito de la crítica y
exhibición fílmica de uno de los cineclubes más importantes de la
Historia del Cine en Colombia que tuvo diversos autores y temas de
interés cinéfilo para un comunidad local.
El trabajo que Caicedo sostenía en los periódicos de la ciudad donde escribía crítica cinematográfica con el título Cine y Filo, y luego Ojo al Cine, sirve de antecedente del folleto publicado y mejor editado que el boletín semanal entregado en el Teatro San Fernando por el Cine Club de Cali. De este primer intento saldrían cinco números entre mayo de 1971
y septiembre de 1972, el primero publicado sólo por Caicedo, los cuatro
siguientes serían el trabajo en conjunto de un grupo de estudio.
Otro
de los incentivos vino del ciclo retrospectivo de Cine Colombiano -1950
a 1970 -, programado por la Cinemateca Distrital de Bogotá en la
segunda mitad de 1973, lo cual permitió que algunas películas fueran
programadas por el Cine Club, iniciando un trabajo crítico por parte de Ramiro Arbeláez y Carlos Mayolo para el primer número de Ojo al Cine.
Folleto de la revista Ojo al Cine de 1974.
A partir de estos folletos nació Ojo al Cine, ya como revista; antes Caicedo había titulado así alguna columna de crítica de un periódico de la ciudad (Diario Occidente).
En 1974 salió el primer número en honor al cine colombiano, cuyo tema
en las cinco publicaciones desempeñarían un rol principal. Caicedo, Mayolo, Ospina y Arbeláez eran el comité realizador de la publicación. “Los dos últimos nos habíamos sumado a Caicedo en la dirección del Cine Club desde junio de 1973”, apunta Arbeláez.
Finalmente, puedo concluir que Caicedo no sólo quiso morir y dejar obra, sino que también quiso ser reconocido a nivel nacional, e inclusive internacional, y eso es lo que hacemos hoy leyendo sus obras y su historia. En mi opinión lo recordamos como él quería ser recordado, como un gran personaje muy influyente de la cultura caleña.
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