CRÓNICA: Los Juegos Panamericanos.
María
del Carmen Pinedo nos cuenta su historia: fue porrista en los Juegos
Panamericanos.
Por Ana Pinedo.
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Foto
del archivo digital del periódico “El País ”, Cali.
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He venido a la casa de mi abuela. Es domingo en la
tarde. Mi tía, María del Carmen, vive aquí. Me va a contar su experiencia en
los Juegos Panamericanos de Cali, así que nos sentamos a la mesa y mi tía
empieza el relato : “Recuerdo que ese día estaba muy nerviosa desde
que me subí al bus Amarillo crema ruta 3
para ir al estadio olímpico Pascual
Guerrero”. Esta fue la época en la que hubo
muchos cambios en la ciudad, la construcción de la Central de Transportes y la
pavimentación de las calles para enlucirla para tan magno evento. “Durante
el breve trayecto entre mi casa y el estadio recordé cómo empezó esta aventura; fue un lunes, cuando
se presentó el entrenador Armendáriz en nuestro Colegio de la Sagrada Familia y nos informaron que nuestro salón,
al igual que los de muchos otros colegios
de la ciudad, haría parte de la ceremonia inaugural de los Juegos Panamericanos. Recordé que las eternas clases de
educación física se convirtieron en un entrenamiento exhaustivo como bastoneras y en prácticas del juego del
“ula ula”. También se vino a mi mente, que
el día en que fuimos a recoger los uniformes de gimnasia para la inauguración;
mi papá nos llevó, a unas compañeras y a mi, en su carro queriendo estrenar la
vía Cali-Yumbo.”
Logo oficial de los Juegos Panamericanos de 1971 |
Mi tía me hace señas, hay mucho ruido en la casa, así que decidimos ir a un lugar más
tranquilo, el parque, para poder continuar con el relato. Mientras nos dirigíamos al parque, en el carro, mi tía me
mostró algunos de los barrios que se crearon en esa época. Cuando llegamos nos
sentamos en el césped, pero antes de seguir con la historia me mostró algunas
fotos. Vi en ellas el centro comercial Sears (hoy la pasarela), el museo la
Tertulia, la Sede del Sena-Salomia y el cementerio Metropolitano del norte y me
di cuenta de lo mucho que se ha desarrollado Cali. Cuando terminó de mostrarme
las fotos continuó su relato; “Cuando me bajé del bus, sentía mariposas en el
estómago, tenía una gran expectativa por lo que iba a ocurrir. Me tranquilicé
un poco cuando me encontré con algunas amigas y compañeras y entramos al
estadio. Había lleno total, se escuchaban los muchachos gritando en las graderías.
Habían pendones y avisos publicitarios multicolores, como nunca antes había
visto. Llegó la hora de vestirnos con nuestro uniforme de gimnasia de color
blanco con jardinera prensada, blusa y zapatos tenis blancos, medias del mismo color,
y corrimos a la gramilla con el “ula ula” haciendo figuras con las porras de
color carmesí y blanco que formaba las palabras “Juegos Panamericanos ” y dibujaban
el escudo oficial de los juegos. Sentí mucha emoción cuando Jaime Aparicio
entró trotando al estadio Pascual Guerrero portando la llama olímpica por toda
la pista atlética, hasta encender el pebetero en la parte
alta de la tribuna del estadio. Marchamos con las delegaciones de los diversos países
y me llamaba la atención sus diferentes idiomas. Recuerdo la delegación de los
cubanos, se les encontraba unos días después en los supermercados comprando libremente
y, hasta hacían trueques con las medallas y camisas. Estas delegaciones a las
cuales les gustaba el clima tropical de nuestra ciudad, degustaron los cholados
de la avenida de los mangos, los chontaduros y el mango viche que se vendía en
cada esquina mientras esperaban el transporte que los llevaría a la alejada
ciudad universitaria que eran las residencias de la recién construida sede de
Meléndez de la Universidad del Valle.”
Y así concluye su relato mi tía con una sonrisa en su
rostro.
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