10 de junio de 2015

UN VIAJE DE RECUERDOS

CRÓNICA: Los Juegos Panamericanos.


María del Carmen Pinedo nos cuenta su historia: fue porrista en los Juegos Panamericanos.

Por Ana Pinedo.
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Foto del archivo digital del periódico “El País ”, Cali.
                                         
He venido a la casa de mi abuela. Es domingo en la tarde. Mi tía, María del Carmen, vive aquí. Me va a contar su experiencia en los Juegos Panamericanos de Cali, así que nos sentamos a la mesa y mi tía empieza el relato : “Recuerdo que ese día estaba muy nerviosa desde que me subí al bus Amarillo crema ruta 3 para ir al estadio olímpico Pascual Guerrero”. Esta fue la época en la que hubo muchos cambios en la ciudad, la construcción de la Central de Transportes y la pavimentación de las calles para enlucirla para tan magno evento. “Durante el breve trayecto entre mi casa y el estadio recordé cómo empezó esta aventura; fue un lunes, cuando se presentó el entrenador Armendáriz en nuestro Colegio de la Sagrada Familia y nos informaron que nuestro salón, al igual que los de muchos otros colegios de la ciudad, haría parte de la ceremonia inaugural de los Juegos Panamericanos. Recordé que las eternas clases de educación física se convirtieron en un entrenamiento exhaustivo como bastoneras y en prácticas del juego del “ula ula”. También se vino a mi mente, que el día en que fuimos a recoger los uniformes de gimnasia para la inauguración; mi papá nos llevó, a unas compañeras y a mi, en su carro queriendo estrenar la vía Cali-Yumbo.”

Logo oficial de los Juegos Panamericanos de 1971
Mi tía me hace señas, hay mucho ruido en la casa, así que decidimos ir a un lugar más tranquilo, el parque, para poder continuar con el relato. Mientras nos dirigíamos al parque, en el carro, mi tía me mostró algunos de los barrios que se crearon en esa época. Cuando llegamos nos sentamos en el césped, pero antes de seguir con la historia me mostró algunas fotos. Vi en ellas el centro comercial Sears (hoy la pasarela), el museo la Tertulia, la Sede del Sena-Salomia y el cementerio Metropolitano del norte y me di cuenta de lo mucho que se ha desarrollado Cali. Cuando terminó de mostrarme las fotos continuó su relato; “Cuando me bajé del bus, sentía mariposas en el estómago, tenía una gran expectativa por lo que iba a ocurrir. Me tranquilicé un poco cuando me encontré con algunas amigas y compañeras y entramos al estadio. Había lleno total, se escuchaban los muchachos gritando en las graderías. Habían pendones y avisos publicitarios multicolores, como nunca antes había visto. Llegó la hora de vestirnos con nuestro uniforme de gimnasia de color blanco con jardinera prensada, blusa y zapatos tenis blancos, medias del mismo color, y corrimos a la gramilla con el “ula ula” haciendo figuras con las porras de color carmesí y blanco que formaba las palabras “Juegos Panamericanos ” y dibujaban el escudo oficial de los juegos. Sentí mucha emoción cuando Jaime Aparicio entró trotando al estadio Pascual Guerrero portando la llama olímpica por toda la pista atlética, hasta encender el pebetero en la parte alta de la tribuna del estadio. Marchamos con las delegaciones de los diversos países y me llamaba la atención sus diferentes idiomas. Recuerdo la delegación de los cubanos, se les encontraba unos días después en los supermercados comprando libremente y, hasta hacían trueques con las medallas y camisas. Estas delegaciones a las cuales les gustaba el clima tropical de nuestra ciudad, degustaron los cholados de la avenida de los mangos, los chontaduros y el mango viche que se vendía en cada esquina mientras esperaban el transporte que los llevaría a la alejada ciudad universitaria que eran las residencias de la recién construida sede de Meléndez de la Universidad del Valle.”

Y así concluye su relato mi tía con una sonrisa en su rostro.

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