10 de junio de 2015

Mas que un simple deporte



CRONICA: El Parkour
Más que un simple deporte
Imagen: Manuel Felipe Ospina
Manuel Felipe Ospina un joven 1-“traceur” de 18 años nos cuenta su historia en el mundo del Parkour y de cómo fue capaz de llegar hasta los extremos para poder practicarlo.
Por Daniel Velásquez
 

E
ra sábado, más o menos a eso de las 5 de la tarde. Manuel ya estaba listo para ir a la Tertulia, en frente del rio Cali, solía reunirse allí con un grupo de amigos suyos con el cual practicaba Parkour. Casi siempre buscaban videos y guías de las maniobras en YouTube con la Tablet de su amigo “Pacho”. Aunque algunas veces también estaban acompañados por alguien ya más experimentado, que se podría catalogar como profesor.
Estaba a punto de salir de su casa, cuando su madre lo llamó, sonaba disgustada, casi al punto del enojo, y le dijo “mijo, venga que necesito hablar con usted y su papá”. Manuel se sintió asustado, el tono de su madre no sonaba como para esperar nada bueno y dijo “ya voy mama”. Subió las escaleras, mientras intentaba calmarse, entró al cuarto y dijo “¿Qué pasó? ¿No ves que ya debo irme a mi entreno de Parkour?” Ella se quedó viéndolo con una cara de ira y le dijo “¡no vas a volver a ir nunca más a ese cuento de tu Parkour! ¡Ya estoy cansada de eso!” Al oír eso, Manuel se sintió muy mal, comenzó a llorar y se llenó de rabia, no lograba entender lo que pensaba su madre, que le decía que eso era malo, que la gente con que se juntaba no era correcta, y muchas cosas más desagradables que esa. Pero eso no reflejaba solo la visión de su madre, también en esas despreciables y denigrantes frases se veía reflejado el estereotipo de la sociedad para con los “traceurs”. Comenzaron a discutir, su padre intentaba no interferir, Manuel repetía constantemente “son mis amigos, los conozco hace mucho tiempo, tú también los conoces y también conoces a sus familias, no sé cómo puedes llegar a pensar así de ellos”. Su madre, no quería discutir, y no quería tener que nombrarle los innumerables argumentos que según ella eran lo suficientemente convincentes como para no dejar que su hijo volviera a esas reuniones, y se acercó a Manuel y agarrándolo de su camisa lo arrastro hasta su cuarto donde lo encerró y le dijo “de aquí no sales ni muerto”.
 Manuel se sentó en su cama a pensar qué podría hacer para revertir la situación, y volteando la vista hacia su ventana, se dio cuenta que podía saltar de allí al muro que dividía las casas del conjunto donde vivía con la calle, luego de eso debía saltar hasta el suelo, una caída de unos 3 metros. Era arriesgado, pero Manuel ya tenía ciertas habilidades adquiridas gracias al Parkour, y tras trazar una ruta mental de lo que debía hacer, se acercó a la ventana, y lanzó su mochila al otro lado del muro. Inclinándose sobre la ventana, se armó de valor y una increíble inyección de adrenalina fluyo por su cuerpo, y sin más preámbulo salto al muro, allí se puso de pie y tomó impulso y saltó. Al caer al suelo se dio cuenta que estaba intacto, ni un rasguño. Recogió su maleta y comenzó a correr, sabía que tarde que temprano se darían cuenta sus padres, y el tenía que coger la mayor distancia posible por sobre ellos.
            Llegó a la Tertulia, allá estaban reunidos sus amigos, ya practicando. Todos fueron a saludarlo, notaron que él no estaba bien, que algo le había pasado y le preguntaron. Él les conto toda la historia, y  todos lo apoyaron, diciéndole que ya habían estado en situaciones similares. Ahí él se dio cuenta de una triste realidad, algo que él ya había sentido al oír hablar a su mamá, la sociedad tiene incrustado una cierta imagen acerca de los “traceurs”, cree que andan en malos pasos, cree que al hacer Parkour se drogan para así conseguir la valentía necesaria para intentar esas arriesgadas maniobras y hasta llegan a creer que hacen Parkour para lograr escapar luego de un acto criminal, como subir un muro usando las técnicas del Parkour y entrar a una casa a robar. Cuando en realidad, es todo lo contrario, los “traceurs” hacen Parkour por gusto, no consumen ninguna droga porque el hecho de hacer Parkour, sustituye cualquier tipo de droga por adrenalina, y sobre todo, estos jóvenes solo buscan reunirse a hacer lo que más les gusta con gente de perspectivas similares. Al oír las voces de apoyo de todos sus compañeros, Manuel se levantó y dijo “nunca dejaré de hacer esto, no es simplemente un deporte, es mi vida y mi pasión y haré lo que sea necesario para seguir haciéndolo”. 
            Cuando volvió a su casa, sus padres estaban muy preocupados porque no sabían donde estaba, y pensaban que tal vez no regresaría. El entró y su madre lo abrazó y le dijo que nunca mas volviera a hacer eso, y tras una larga charla donde Manuel, su padre y su madre expusieron sus puntos de vista, los padres se pusieron de acuerdo en que Manuel era libre de hacer lo que quisiera, siempre y cuando no fuera nada malo, y que podía seguir practicando su deporte.

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