Análisis:
http://www.cronicadelquindio.com/noticia-completa-nota-10962.htm Foto de Andrés Caicedo tomada en
1970.
Andrés
Caicedo era un joven caleño de clase social alta con un mundo por delante en el
cual surgir y tener éxito. Fue un adolescente alegre y precoz con respecto a la
literatura, sentía que no encajaba en una sociedad que exigía de todas las
personas un “buen comportamiento”, que fueran “alguien en la vida” y que “hicieran
algo importante con ella”, como ejercer una profesión “significativa” tipo
medicina, derecho, religión, ingeniería, que eran las carreras que debían
estudiar los jóvenes que pertenecían a las familias distinguidas de Cali. Él,
por el contrario, era un joven con vocaciones artísticas: la escritura, el cine
y la música, aspiraciones que no se acoplaban a la sociedad acartonada y
superficial de la época. Fue así como formó parte de un movimiento intelectual,
cuya filosofía era considerar a todos como un todo, con los mismos derechos y sin
esos prejuicios que solían encasillar a los artistas, los cantantes, los
fotógrafos, entre otros personajes, como el lumpen de los años setenta.
En ese orden de ideas, ese rechazo
que sentía Caicedo lo impulsó a crear una obra literaria que hoy aún casi 37
años después de su muerte se lee y se estudia. Fue un contestatario de aquella sociedad:
escribió sobre todos esos aspectos de la juventud caleña, de sus gustos por la
música, de un estilo de vida hippie, de
la diferencia entre Norte/Sur, Ricos/Pobres, Nosotros/Ellos, Rock/Salsa.
Como lo expone
el artista caleño Sandro Romero en su libro Andrés
Caicedo o la muerte sin sosiego[1], el autor de Felices amistades inicia con ese cuento lo que podría llamarse su
etapa criminal: Graciela y su secuaz expresan los sentimientos de Caicedo de
acabar con dicha sociedad.
Sin
embargo, la amistad como tema prevalece en la historia, reafirmando el gran
valor que tenía para Andrés Caicedo. El personaje principal, por nada ni por
nadie, quiere perder esa unión con Graciela, y eso hace que todo lo que ella
haga, bueno o malo, él lo acepte. Así sucedía en su vida, donde no pudo
competir con el hecho de que uno no es por lo que tiene, y que no solo las
amistades eran de fiestas, de bailes, de irresponsabilidades, de drogas y de
alcohol, sino para soñar, imaginar y rebelarse contra quienes impedían expresarse
libremente.
El
crítico, poeta y escritor gay barranquillero Jaime Manrique[2],
quien escribió (sin saberlo) la contraportada de El atravesado, recuerda los
coqueteos con Andrés y considera que la sexualidad de él era un tanto infantil
y truncada, y que la angustia que le proporcionaba sin duda obró en alguna
medida en la decisión de su suicidio.
La sexualidad de Caicedo se ha
mantenido más de 30 años entre el silencio, el tabú, el chisme y el amarillismo
sostenidos por el binario gay/heterosexual de la cultura machista
latinoamericana.
Aquí
se puede evidenciar la encrucijada en la que se encontraba Andrés Caicedo en
esa época al no poder demostrarle a la sociedad quién era realmente y siempre
estar aparentado lo que no era; se puede evidenciar en la última carta que le
escribió a su novia Patricia Restrepo el 4 de Marzo de 1977, escribió
enfáticamente "Yo no soy homosexual”,
esta negación constante e insistente es una prueba contundente de que Andrés
Caicedo era gay, como lo expresa su hermana en una
entrevista: “En el momento en que él vivió
no había un lenguaje para hablar de las sexualidades alternativas.”[3]
2deC
[1]
Consultado en la página web de Sandro Romero: http://www.sandroromero.com/2.html#2.8.
[2]
Texto extraído de la revista Acadia
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