10 de junio de 2015

El teatro Calima ¡se vende!

Crónica: experiencia personal.

                                    
                                                                                                         Por: Gabriela Ordoñez 2A
                                                  Foto: archivo Harold Medina Garzón.

“Se enorgullece de su fe cristiana y sonríe mientras mueve su bigote chaplinesco. Es testigo de la historia, y del olvido de uno de los escenarios culturales más importantes de Cali 
Palabras de la Rana Berden. 
  
   Cali: Una ciudad donde el cine es cultura…o al menos así lo era. 
Me encuentro caminando por la avenida sexta más exactamente en la avenida 6ª norte con calle 12. Son más o menos las seis de la tarde y es que esta era la hora en la cual a Andrés le encantaba salir a caminar. Él amaba sentir mo el viento de las seis de la tarde peinaba su cabello; por coincidencia, esta fue también casi la hora de su muerte. Y fue aquí donde muchas cosas empezaron.
Me dirijo hacia el que fue uno de los escenarios culturales más importantes de Cali. Ya han pasado diez minutos y me han dicho que es difícil de localizar. Pero con suerte hoy pasará por aquí.  
Al fin llega, hoy contamos con suerte, o quizá, más que suerte, con la presencia invisible de Andrés que seguramente, como un amigo suyo soñó, sale a caminar aún por estos días y se pierde entre la gente… en fin, Manolo aparece arrastrando su carrito de dulces que rechina esperando alguna venta para así llevar el sustento diario a su familia. 
Después de las presentaciones de rigor, se queja que la gente ya no es como antes, que ya nadie le compra dulces y que la situación cada vez se pone más difícil. Él dice que debe ser por la inseguridad y el civismo en decadencia de los caleños que han hecho que ya nadie desee  salir a caminar por aquí a esta hora, que antes llegaba sin dulces a su casa, mas ahora casi servían de cena. 

El dolor en las rodillas a veces es insoportable y eso sin contar con las inclemencias del clima que como él bien dice, pasa de bochorno que te comprime a un aguacero que te lava el alma; pero no solo de eso se queja Don Manolo quien lleva más de cuarenta años merodeando por aquí, dice que se va a retirar porque la vejez es muy verraca, porque caminar de arriba abajo, de izquierda a derecha es tenaz para alguien tan viejo como él. 

Luego de escuchar sus quejas le pregunté si podía compartir conmigo los  recuerdos que sobre aquel lugar tan increíble conservaba, aquel que encendía su proyector orgullosamente, hacía rechinar sus sillas de cuero rojas cuando albergaba sus espectadores  e invadía el ambiente con el olor a críspetas  y el retumbar frenético de los parlantes. 

Don Manolo recuerda con nostalgia las filas de espectadores ansiosos por entrar, ansiosos por asistir a lo que fuera, ansiosos por el solo echo de estar en aquel mágico escenario. Y me repite lo poco que ya sabía, que el Teatro Calima dejó de exhibir películas hace ya varios años y que hoy en día solo sirve como sede de una iglesia cristiana. 
¿Cómo es que hemos dejado morir esta parte de nuestra historia? ¿cómo es que ahora solo quedan letreros de se vende y afiches de invitación a cultos cristianos?  
Ya no visten sus paredes imágenes de los grandes actores o de las películas de renombre que hicieron delirar a tantos caleños, pues esa ventana por donde asomaban su nariz a mundos lejanos ha sido clausurada. 

                                                            Foto de 2011, actual fachada de lo que era el Teatro Calima, empezando la Avenida Sexta, frente a  

                                                            la Casa Felisa. (www.cali-carcel.blogspot.com) 
Don Manolo se acuerda de aquellos tiempos con lágrimas en los ojos y me cuenta la parte de la historia que él recuerda. Sobresale entre estos recuerdos, el de una pareja de jóvenes que asistían al menos una vez por semana al teatro y que así no fueran a entrar, se les veía sentarse afuera y siempre compraban dulces (en todas las historias de Don Manolo siempre sus favoritos eran los que le compraban dulces porque del resto parece no acordarse). Dice que eran su pareja de espectadores favoritos, hasta que no volvieron más juntos, sin embargo el muchacho seguía viniendo solo. Algunas veces se sentaba a charlar con él, pero Don Manolo veía en sus ojos que algo había cambiado y recuerda que hasta empezó a sentirlo gris y sus visitas fueron cada vez más esporádicas hasta que dejó de frecuentar el teatro. 

Recuerda que no importaba la clase social de los espectadores, que al llegar ahí, todos eran de una sola y que lo importante era ese sentimiento de amor compartido por el cine. 
Él dice que tiene hasta su propia definición de cinéfilo, para él no es solo una persona que tiene un gusto especial por el cine sino que va más allá de eso, es un dejarse llevar a descubrir mundos en los que la felicidad, la tristeza, la melancolía, la pasión, el miedo y el amor te sacuden hasta los huesos. 

Don Manolo no es de muchas palabras así que es difícil que cuente las historias completas además de eso lleva fumando casi los mismos años que lleva caminando por estas calles aledañas al teatro y la tos lo interrumpe cada media frase. 
Nuestra charla transcurre hasta que los asistentes a la convención cristiana salen en tropel. Entonces me despido agradeciéndole y me alejo con admiración hacia  quien conoció el 
teatro en sus mejores días, ya que como Don Manolo mismo decía, caminar a esta hora por aquí, ya es casi imposible. 

Lentamente el teatro Calima se deteriora, lo vi con mis ojos y si pasas por ahí te darás cuenta que aquellos ladrillos ya no aguantan más.  
En este lugar el proyector duerme ya hace muchos años, las sillas rojas de cuero quietas esperan ansiosas la llegada de espectadores porque ya el olor a crispetas y el retumbar de los parlantes parece se ha esfumado y se convierte día a día en recuerdos cada vez más lejanos aunque subrayados en el tiempo para los afortunados como Don Manolo, quien fue testigo de la época de oro del Teatro Calima. Pero desafortunadamente la sala que antes sirviera de capsula del tiempo y de vía de escape para los Caleños es cada día más lúgubre que el anterior, perdiendo poco a poco el brillo que lo caracterizaba y tornándose tan gris y relegado como un cadáver empolvado. 

                                              Archivo fotografico de 1965 . En la fotografia podemos ver el teatro calima cuando funcionaba como tal. 


 Caleños: hemos abandonado nuestra ciudad, hemos dejado de ver la importancia del pasado, ya ni nos detenemos a recordar nuestra herencia cultural, nuestras tradiciones. Caminamos entre ruinas cotidianamente sin darnos cuenta y mientras esto ocurra, el Teatro Calima seguirá en el olvido, continuará en su abandono. 
Ojalá que estas letras puedan despertar esa chispa que aún duerme en sus corazones y  despertar así de ese rincón del olvido a nuestro Teatro Calima.  

Ojalá no tengas que encontrarte alguna vez, en alguna tarde, en alguna calle de Cali con el rostro de Andrés (porque es seguro que los muertos caminan entre nosotros) y además de sentir vergüenza por verte más viejo que él tengas, también que explicarle cómo fue que dejamos desaparecer el Teatro Calima. 

  

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Hola: déjanos saber tus opiniones sobre este blog. Gracias