Fatídico amalgama
Por
Margarita Castaño
La
muerte es un plato que se sirve caliente
Vamos
deambulando por las calles de Cali, rodeados de personajes carismáticos y de historias
sin principio ni final. Suena la música,
en una extraña mezcla entre salsa y Rolling
Stones, cuando ¡Tas!... alguien muere. Sin razón, sin escrúpulos, sin más
motivación que el placer de acabar con la vida de un desafortunado; éste es el
mundo de Andrés Caicedo. En él, la muerte se sirve a la carta y se
entremezcla con el resto de sucesos como algo totalmente corriente, como una
actividad más. En ello se basa el terror en la obra caicediana. De tal forma, el hilo de la vida está en manos
de un grupo de personajes, constituido principalmente por mujeres fatales, que someten
y dan por terminada la vida de personas seleccionadas generalmente al azar. Uno
de los mejores ejemplos de esta “condena aleatoria” es el cuento Felices amistades, donde la coprotagonista,
Graciela, se pasea tranquila por la vida asesinando gente a diestra y
siniestra, porque ella era buena para eso, así como sus víctimas eran buenas
para morir.
Por
ello, la obra de Caicedo se asemeja al realismo mágico de Gabriel García
Márquez, quien lo define con esta cita: "La primera condición del realismo
mágico, como su nombre lo indica, es que sea un hecho rigurosamente cierto, que
sin embargo, parece fantástico". Esta característica está en efecto
presente en los cuentos de Caicedo, aunque de una forma mucho más macabra,
diría yo. Podríamos incluso pensar que no es coincidencia que en el mismo
relato uno de los personajes lleva el apellido García.
Un niño es asesinado…está
bien, porque no estaba hecho para vivir
mucho más. Entra el conde Drácula a ver una película de vampiros…no
hay problema, aunque sé que salió decepcionado del teatro. Estos son algunos de los desconcertantes
altercados entre la realidad y la ficción, y sólo nombro dos porque citarlos a todos
tomaría horas enteras.
Por
otro lado, hay un elemento que no está presente en el relato mencionado
anteriormente: el canibalismo.
En
efecto, aunque pueda parecer chocante, el canibalismo o “Calibanismo” es un componente recurrente en la obra del
escritor caleño y se manifiesta de muchas maneras. Podemos encontrarlo tanto en
un relato pasional, como Noche sin
fortuna, en donde Antígona complace a un hombre joven, casi un niño,
arrebatándole insaciablemente la oreja, o la nariz, o las encías, mientras la
insensible víctima se muestra tranquila, desorientada. O podemos encontrarlo en
situaciones tediosamente ordinarias,
como en Calibanismo, donde
básicamente recibimos un curso de “como comerse
una persona de manera adecuada”.
Para
concluir, podemos decir que Andrés Caicedo baila con lo terrible al son de una
salsa. Mezclando con destreza lo terrible y lo magnífico, lo insólito y lo
banal. Es por ello que el terror en sus cuentos es sutil e impactante: nos deja
consternados y cautivados con un personaje pavoroso al que a pesar de todo defendemos.
¿Nos sentiremos identificados?
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