¿Calicalabozo?
Por Margarita Granada
2C
¿Qué
tanta realidad hay en los cuentos de este conocido autor caleño? ¿Qué tan
verídica es la Cali que presenta en sus obras? Todo aquel que haya leído a
Caicedo alguna vez, puede notar la
relación de los personajes, como si todos fueran habitantes de la misma ciudad,
de la misma Cali, y he ahí la máxima
creación del famoso caleño suicida.
“Se mete uno por
recovecos extraños cualquier noche, sin responsabilidad, y a la mañana
siguiente o días después va descubriendo que lo que hizo fue comenzar a matar
de una vez por todas su capacidad de emocionarse ante los hechos de las
personas, y de allí en adelante, compañero, vía libre al infierno.”
-Andrés
Caicedo
Cali, 11 de la noche, una
brisa que recorre la ciudad de norte a sur todo en silencio, cuando de repente nos
encontramos con dos jóvenes sin rumbo, en busca de cualquier esquina, podría
ser el paisaje típico en una ciudad tan viva como lo es Cali, pero no se trata
de cualquier pareja, son nada más y nada menos que Miriam y Mauricio, famosos
personajes de uno de sus cuentos; mientras sucede esto, al otro lado de la
ciudad hay una fiesta de una tal María del Mar, a la cual está invitado, el
primo de la quinceañera, uno de esos de la
Tropa Brava, un atravesado de primera. Este y muchos otros son ejemplos de
la gran obra caicediana. Andrés no solo se encargó de inmortalizar unos cuantos
personajes, sino también de plasmar una ciudad, tal vez no verídica pero sí de algún
modo real.
Con descripciones de los lugares
conocidos para los caleños, Caicedo ayuda a ubicarse mejor y así poder vivir la
historia desde un punto de vista menos objetiva. Muchos me dirán que es simple
coincidencia el encontrar lugares y nombres entremezclados en los cuentos;
personajes principales en unos y secundarios en otros. Con eso Caicedo lograba
crear un universo caicediano, conocido como Cali, en el cual, todos sus
personajes convivían y tenían experiencias los unos con los otros. Pero yo les diré que Caicedo era un hombre que
vivía la realidad desde un pedazo de papel y que su tarea era dejar en recuerdo
escrito sus vivencias. Aunque claro, como el escritor respetado que era, la
realidad sería siempre solo un borrador, para que la imaginación se dé el gusto
de distorsionarla a su modo (o tal vez no, dejo esto a decisión propia del
lector).
Por último llegamos a cuentos
como felices amistades o los dientes de caperucita, donde
la realidad y el terror no se diferencian, donde la ciudad no es solo un
espacio, más bien es un sitio de encuentros, de revueltas, de amor y de
asesinatos. Cualquiera de nosotros podría ser ese besacalles que deambula en
busca de amor cerca del conservatorio, o esa joven muchacha que solo quiere
entrar a cine, incluso la pobre Angelita con ese destinito tan fatal que tuvo,
juntándose con personas como Graciela. Pero bueno en fin, los cuentos de Caicedo
no eran solo eso, un cuento, sino un gran conjunto de habitantes, de personas como
usted y yo, que convivían en una ciudad y donde las situaciones anormales eran
pan de cada día.
No es de sorprender, que si
algún día alguien le quiere hablar de cine, no dude en que es aquel loco, sí
ese del que nos habla Caicedo, el que alguna vez afirmó ver comer personas a
diario, y que iba a cine con una muchacha y esta muchacha le decía papito; si
usted lo llega a encontrar, no dude en dejarlo hablar, pues nunca se sabe hasta
qué punto los relatos de Andrés eran tristes realidades de personas normales.
Entonces lo invito, sí a
usted que lee esto, a mirar con atención y a darse cuenta de la magia de Cali,
de su encanto y su maravilla, la cual Caicedo, en sus 25 años de vida, logró
plasmar para la eternidad.
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